Enrique Redel (Madrid, 1971) podría haber dedicado su existencia a profesiones como cantante de ópera (parece un tenor italiano, con su barba bien recortada), pintor de paisajes ligeramente nebulosos, escultor de hombres, mujeres y viceversa, incluso artista. Sin embargo, el veneno de los libros hace tanto tiempo que corre por sus venas que su destino no podría ser otro que convertirse en editor. «Con ocho años me dedicaba a dibujar unos tebeos que luego fotocopiaba y vendía. Lógicamente, ni sabía que existía la profesión de editor, pero me gustaban mucho los libros, recomendarlos y convencer a mis amigos de cuáles eran buenos».
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